No sé qué aparece
antes ante el artista, la necesidad de expresar o la necesidad de ser escuchado.
Todo juego de putos egos dañados por déficits. Si te sirve tu parapeto,
construyes el vicio y tu discurso ocupa toda conciencia.
No sé en el punto
en el que estoy. Sé que a todo doy vía libre a través de mis palabras. Controlo
mi cuerpo en lo que puedo, en lo que temo. Escribiendo mi diario sin prever la línea
posterior. Debería asustar vivir sin suelo, pero una vez que te sobrepones a lo
atemorizante de vivir, la estructura es una anécdota. El puto filo de más de
una década, de antes de mi conciencia, de mi individualidad. No sé porqué siento
como displacer algo que siempre me ha acompañado. Tal vez me impele alguna
pulsión innata, o la socialización me extorsiona. La realidad es que este
desequilibrio me mantiene luchando hacia dentro y no hacia fuera. No hay putos
puentes tendidos y esto es una isla en guerra. Las putas llamas abrasan mi piel
mientras con el azote tibio de mi aliento trato de extenderlas.
De veras creo que hay algo debajo que no ha sido infectado
por la sociedad, por la moral heterónoma. Como limpiando el terreno de las
malas hierbas para preparar la verdadera cosecha. Y a lo lejos debe asustar el
incendio erigirse como un fantasma inmenso…
El puto fantasma ajeno que engendramos con cuidado.
Lubricamos su anegación, soliviantamos sus esputos coléricos. Su odio que no
comprendemos anida y usa nuestras palabras. Le damos unas alas más fuertes que
las extremidades que nos mueven. Y nos vemos ligados a un monstruo que ha
tomado nuestro gesto amargo como rapto. Mi débil alma, perpleja y arropada por
su abulia, no es capaz de retomar el control. Perdida la lucha, esa puta bestia
que te ataca soy yo. Mi hilo de sensibilidad yace en algún recoveco implorando
que no se consume la posesión: las fauces del monstruo no llevan la estela de
su lúcida caricia. La atrocidad que consume al todo es sólo un demonio fruto de
la desdicha. La propiedad tierna, calidad y pura que me habita no es tan feroz como
la amargura, perdió la batalla.
En un espacio de tiempo hecho de ecos abruptos, desdibujé
injertos de rabia, maticé racimos de bilis e insuflé ánima al ánima. Lo dormido
no está inerte. La puta piel áspera se está ahogando en combustión
autoinducida: tengo turno para la réplica.
Mientras me queme para salvarme, para realimentar lo sutil, lo que
cuida, lo que admira, lo que besa y da las gracias, busco mi mente en
parámetros de sodio. MI fluir equilibrado para emanar y contenerme. Hay retazos
de nosotros que ineludiblemente construyen, nos expanden. Ideados como organismos
en espiral. El segundo de la luz en que siento algo desligado de lo precursor,
que sólo puede ser porvenir porque sucede. No es, sino sucede, o soy y me
sucede. Un desligamiento del soma, una experiencia no prejuzgada, no
determinada, no condenada. Los márgenes en los que acontece lo que no ha sido delimitado
de antemano. Esos soplos me hacen fuerte.
Y te hablo de
crecer, de escapar. De ser más allá del puto papel que todo y yo misma me he
asignado. De la melancolía que me ha hecho presa, de la supuesta realidad bajo
piel que llena mis arcas. De decir he sido pero no soy, lo que fue ya no es
nada y siempre despertamos en un punto de partida. Necesito permitirme un
mañana, pero más imploro regalarme un hoy.
Me despertó de la
vorágine de la decadencia el símil del infierno de la inocencia. Cuando la
inercia de mis emociones desgarra a la musa de la belleza. En la ebriedad del
ser autodestructivo anclé mecanismos de agresión a control remoto: cuando
estalle sentirás el daño colateral. La puta ruina que encarno. Y ver tu lívida
mano temblorosa que no creía tal mezquindad por mi parte… NI yo misma atribuí
crédito al súcubo que me devoraba… Dale cachos de amanecer a la noche que los engullirá
como un suceso insólito y finito.
Me comí lo trémulo de tu alma.
Henchido, el puto
monstruo cree saber qué hacer, cree tener sito su lugar. Mi voz tenue no es lo suficientemente
potente para decirte que a quien pretende destruir es a mí. Porque estás ahí,
pero es a mí. Porque te lacera a ti para matarme a mí. Canción de niña triste
desvencijados sus rasgos.
Me he nutrido de toda la piel muerta. NO de la de ahora, sino de la que esparció la hidra
con su venida. Lo que daba forma a mis ojos de melaza. Un contorno de dulzura y
sobria emoción que no quedó olvidado. Revestido de poesía ahora será más
fuerte. Un vestido sórdido de costuras
de arrepentimiento. Cuesta armonizar lo que late, secar lo que supura. De
nuevo, la puta perversidad de mi deriva es que me hallaré tan distante a
voluntad que no te sacudirá mi canto de sirena. Zaratustra satura de rocas la
salida de su cueva. Antes que tocar, reventar. Implosión.
Que la obertura me consuma, que el agujero me engulla. Y que
el puto verso de amor que mascullo, vibre a través de la tierra y a la tierra
hunda…
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