sábado, 4 de agosto de 2012

ALMALINÓLEO


  No sé qué aparece antes ante el artista, la necesidad de expresar o la necesidad de ser escuchado. Todo juego de putos egos dañados por déficits. Si te sirve tu parapeto, construyes el vicio y tu discurso ocupa toda conciencia.

     No sé en el punto en el que estoy. Sé que a todo doy vía libre a través de mis palabras. Controlo mi cuerpo en lo que puedo, en lo que temo. Escribiendo mi diario sin prever la línea posterior. Debería asustar vivir sin suelo, pero una vez que te sobrepones a lo atemorizante de vivir, la estructura es una anécdota. El puto filo de más de una década, de antes de mi conciencia, de mi individualidad. No sé porqué siento como displacer algo que siempre me ha acompañado. Tal vez me impele alguna pulsión innata, o la socialización me extorsiona. La realidad es que este desequilibrio me mantiene luchando hacia dentro y no hacia fuera. No hay putos puentes tendidos y esto es una isla en guerra. Las putas llamas abrasan mi piel mientras con el azote tibio de mi aliento trato de extenderlas.
De veras creo que hay algo debajo que no ha sido infectado por la sociedad, por la moral heterónoma. Como limpiando el terreno de las malas hierbas para preparar la verdadera cosecha. Y a lo lejos debe asustar el incendio erigirse como un fantasma inmenso…  
El puto fantasma ajeno que engendramos con cuidado. Lubricamos su anegación, soliviantamos sus esputos coléricos. Su odio que no comprendemos anida y usa nuestras palabras. Le damos unas alas más fuertes que las extremidades que nos mueven. Y nos vemos ligados a un monstruo que ha tomado nuestro gesto amargo como rapto. Mi débil alma, perpleja y arropada por su abulia, no es capaz de retomar el control. Perdida la lucha, esa puta bestia que te ataca soy yo. Mi hilo de sensibilidad yace en algún recoveco implorando que no se consume la posesión: las fauces del monstruo no llevan la estela de su lúcida caricia. La atrocidad que consume al todo es sólo un demonio fruto de la desdicha. La propiedad tierna, calidad y pura que me habita no es tan feroz como la amargura, perdió la batalla.
En un espacio de tiempo hecho de ecos abruptos, desdibujé injertos de rabia, maticé racimos de bilis e insuflé ánima al ánima. Lo dormido no está inerte. La puta piel áspera se está ahogando en combustión autoinducida: tengo turno para la réplica.  Mientras me queme para salvarme, para realimentar lo sutil, lo que cuida, lo que admira, lo que besa y da las gracias, busco mi mente en parámetros de sodio. MI fluir equilibrado para emanar y contenerme. Hay retazos de nosotros que ineludiblemente construyen, nos expanden. Ideados como organismos en espiral. El segundo de la luz en que siento algo desligado de lo precursor, que sólo puede ser porvenir porque sucede. No es, sino sucede, o soy y me sucede. Un desligamiento del soma, una experiencia no prejuzgada, no determinada, no condenada. Los márgenes en los que acontece lo que no ha sido delimitado de antemano. Esos soplos me hacen fuerte.
  Y te hablo de crecer, de escapar. De ser más allá del puto papel que todo y yo misma me he asignado. De la melancolía que me ha hecho presa, de la supuesta realidad bajo piel que llena mis arcas. De decir he sido pero no soy, lo que fue ya no es nada y siempre despertamos en un punto de partida. Necesito permitirme un mañana, pero más imploro regalarme un hoy.      

 Me despertó de la vorágine de la decadencia el símil del infierno de la inocencia. Cuando la inercia de mis emociones desgarra a la musa de la belleza. En la ebriedad del ser autodestructivo anclé mecanismos de agresión a control remoto: cuando estalle sentirás el daño colateral. La puta ruina que encarno. Y ver tu lívida mano temblorosa que no creía tal mezquindad por mi parte… NI yo misma atribuí crédito al súcubo que me devoraba… Dale cachos de amanecer a la noche que los engullirá como un suceso insólito y finito.
Me comí lo trémulo de tu alma.
 Henchido, el puto monstruo cree saber qué hacer, cree tener sito su lugar. Mi voz tenue no es lo suficientemente potente para decirte que a quien pretende destruir es a mí. Porque estás ahí, pero es a mí. Porque te lacera a ti para matarme a mí. Canción de niña triste desvencijados sus rasgos.
Me he nutrido de toda la piel muerta. NO  de la de ahora, sino de la que esparció la hidra con su venida. Lo que daba forma a mis ojos de melaza. Un contorno de dulzura y sobria emoción que no quedó olvidado. Revestido de poesía ahora será más fuerte. Un vestido sórdido de  costuras de arrepentimiento. Cuesta armonizar lo que late, secar lo que supura. De nuevo, la puta perversidad de mi deriva es que me hallaré tan distante a voluntad que no te sacudirá mi canto de sirena. Zaratustra satura de rocas la salida de su cueva. Antes que tocar, reventar. Implosión.    
Que la obertura me consuma, que el agujero me engulla. Y que el puto verso de amor que mascullo, vibre a través de la tierra y a la tierra hunda…

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