Mi iris ya no se contrae, dice
que para jugar sin sentido del día y de la noche ya no hace nada. Y siento un
sueño tan espeso que confundo con tristeza… Me han dado un mundo, y mil alas, y sin sentido de la gravedad, los
párpados no saben dónde situarse para correr el velo que me deje
descansar. Me mezo de forma rítmica,
esbozando un torpe compás de 6x8, porque si me quedara quieta, si acunara un solo
segundo, me derrumbaría extenuada. La máquina funciona por espasmos, estertores
de adrenalina. Como si a partir de ahora fuera a suceder de un solo impulso la
vida. Y lo que otros llaman todo, para mi no es tan siquiera un trozo de nada.
Será que cincelo ideas de muerte, será que imagino demasiado para vivir tan
poco.
Noto que algo ha rasgado la
entrada angosta de la cavidad, y lubrica su obertura para que penetre en
suspiros soterrados, antes olvidados, tenues, fragmentos de fragilidad
preciosa. Desbordan el límite, y construyen miedos complejos: me enfrento al
fuera sin tener un lugar cálido dentro.
Aspiramos a fundir nuestra fuerza
con la materia más eterna. Como si existiera matiz entre nunca y jamás. Cómo si
en el fondo hubiera disenso entre no saber y olvidar. Nos vestimos de la coraza
de papel de terciopelo más áspera a los lirios. Y que nos partan la cara, que
para esconderla no nos sirve para nada.
Abro los ojos, sin saber si en
verdad estuvieron yermos, saltando otra vez en el abismo más intenso. Para
cubrirme de la razón por fin objetiva, del ardor enhiesto de mis tripas, y de
lo tierno y recto del confundir la esencia en un Yo colectivo. Ahora puedo
desafiar a mil mundos porque aunque
muera sé que nada me habrá vencido.
Y el tren dibuja su viaje
simétrico al día anterior que no sé si llegó a acabar, y esas caras que me
ignoran no aspiran la misma atmósfera violeta. Puta ciudad interna de poetas.
Errantes, nos movemos con palabras que sus lenguas confunden, chupan, no lamen,
y sí tragan. Materia azul de la nada.
Otra confusión en la sociedad del
entretenimiento, y jugar a ser un ser funcional para encajar. ¿Están hechos de
lo mismo? ¿Son sólo proyecciones de derivas de mi cabeza? Siento que actúo en
perpetua estridencia… Presión interna que me susurra que simplemente simulo,
que me guardo lo que soy en presencia de esta legión alienada. Secuestrando mi
Yo durante periodos regulares, habituales, demenciales… Pero éste no se calla,
y me hiere. Me grita “escúpeles lo que eres”
Y otra vez el tren que te aleja,
te retiene, te lleva, me mece, porque cuando estoy sin fuerzas mi cuerpo es vapuleado
por la inercia. Y mi mente, absorbida por el color más apagado de mi repertorio
de tristezas.
Para luego despertar, para
luchar, soñar, perder, siempre perder, pero no renunciar. Por una vez
mezclarme, no estremecerme de temor sino que aflore lo tierno por otros. Hacia,
para, desde… Confluye, se hace varios, muchos, levedad de seres rotos.
Y en el peso de lo grandioso de
nuestro sueño se me queda el alma enredada, pero tal vez nunca despierto y
desde luego que no duermo, que seguro que si tiemblo muero. Porque queda el
último paso, que algo me salve de la destrucción interna de un ser sin reflejo.
Necesito que por debajo, de una maldita vez me sacuda la revolución desde
dentro.
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